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Autodenuncia

Mi Capitán, le escribo estas líneas para denunciarme. Me allano desde ahora a las sanciones que correspondan a los hechos que informaré. Sepa usté que el suscrito, siendo las 23 horas con 45 minutos del día de ayer, se apersonó en el sitio preciso donde le fue encomendado controlar el tránsito y velar por la seguridad interior de la nación. Fueron horas de oscuridad y sin ningún contacto humano. Durante la madrugada me entretuve contando las liebres que cruzaban saltando el camino, oyendo el canto de los búhos e intentando seguir con la luz de mi linterna el vuelo de los murciélagos. En eso se encontraba este seguro servidor de la patria cuando en una berma del camino se detuvo un vehículo cuya placa patente, marca, modelo, color y año he olvidado por el impacto de lo ocurrido. De su interior descendió la maravilla más sublime que jamás mis ojos hayan contemplado. Hasta ese momento yo sólo conocía el amor a mi institución. Aquel portento humano me dijo que al descubrirme a esa hora y en ese lugar imaginó que yo sería el más desdichado de los mortales. Me explicó que mientras el sol no saliera podía demostrarme que estábamos vivos. Dejó encendido el motor, las luces y la radio de su automóvil. Se quitó los calzados, subió al capó y bailó de tal manera que he debido reescribir este párrafo un par de veces. Sé bien, mi Capitán, que usté me ha enseñado a sospechar de los sentimientos, a fortalecer cada día la voluntad e impedir que la inteligencia sea intoxicada con tanta porquería digital. Mas, verdad sea dicha, nada pude hacer por resistir este milagro. En este acto dejo a su entera disposición mi uniforme, mi gorra y mi arma. No tengo placa que devolver porque se la entregué a ese trozo de gloria. Sí, mi Capitán, me adelanto a su pregunta. Por supuesto que el suscrito sabía que en ese sitio nuestra ilustre municipalidad había inaugurado la semana pasada la instalación de una cámara de vigilancia que funciona las 24 horas del día. Al respecto puedo decir tres cosas: uno, que celebro la iniciativa del señor alcalde porque así florece la probidad de los funcionarios públicos; dos, que cuando usté aprecie las imágenes entenderá por sí mismo lo que yo he sido incapaz de explicarle con palabras; y, tres, que al momento de firmar mi destitución inmediata tenga a bien, por favor, concederme a mi costa una copia de la referida cinta de videograbación.  

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