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L (ele)

Se acostó como Álvaro. Y despertó como Avaro. Tratándose apenas de una sola letra, no le dio importancia. (¿Acaso no vivía en un país donde los nativos devoraban con impunidad ciertas letras? Había sido el caso de la ‘s’. Creció convencido que después del uno venía el do’ y a continuación el tre’. Total, así contaban papá y mamá y él aprendió los números en su casa). Pero con el paso de los días la ausencia de esa ‘l’ se hizo notar. Con ella se fue la liberalidad. Ya no quiso distribuir más sus bienes. Si no había recompensa por lo que daba, mejor que no contaran con él. Comenzó por ocultar su sonrisa, pues no había motivo para regalarla en la calle. Luego optó por escatimar el tiempo invertido con sus amigos (y, a corto andar, advirtió que su cantidad de compadres era un derroche que debía corregirse mediante la austeridad de los afectos). Acabó, por fin, reservando para sí lo que antes gastaba en su enamorada (miradas, caricias, besos y escucha). “¿Qué te pasa, cariño?”, le preguntó ella una mañana sentada debajo de un árbol. “Nada”, fue todo lo que le contestó. Y ese mismo día, cuando el sol se apagaba, ella lo dejó. El colmo fue un día cuando su último amigo lo escuchó rezar consigo mismo (“Santificado sea mi nombre, venga mi reino y hágase mi voluntad en la tierra como en el cielo”). Espantado, su compañero tuvo una sospecha. “A ver, préstame tu carné por un instante”, le dijo. “Prestártelo, no, pero acercártelo a los ojos por unos pocos segundos, sí”, le contestó Avaro. ¡Ahí se supo todo! “¡Cambiaste el nombre!”, concluyó este último conocido que aún se dignaba a tratar con él. “¿Y qué puedo hacer?”, lo interrogó el que antes tuvo una ‘l’. “La única forma es que vuelvas a nacer. Una cosa trae la otra. Nuevo nacimiento, nuevo nombre, nueva identidad”, afirmó su inseparable aliado. Y así con la de anoche, Avaro suma cincuenta madrugadas en vela pensando si un hombre viejo puede regresar al vientre de su madre. 

Comentarios

  1. Muy posible en estos tiempos!!!
    Buenísimo cuento!!!

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  2. Franz, cómo es posible que nos lleves a tantas emociones en un cuento: el asombro ante perder una letra, la burla a nuestra chilena omisión de la s, el gracioso vivir del nuevo avaro, la terrible oración, hasta traernos a Nicodemo al presente. Una nueva obra maestra.

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