Calixto Pérez (en adelante CP) fue invitado a la Casa
Popular (en lo que sigue CP) para exponer sobre las relaciones entre la
Constitución Política (en lo sucesivo CP) y el Código Penal (se abreviará CP). Lo
cierto fue que CP sorprendió a todos apenas ingresó a la CP. En una mano
portaba un ejemplar de la CP y en la otra, una copia del CP. El público
presente en la CP disfrutó de las ocurrencias de CP, en especial cuando afirmó
que la CP y el CP sólo podían complementarse y nunca contradecirse. Sin embargo,
hubo un momento tenso en la CP: ocurrió cuando CP, leyendo a viva voz un par de
normas del CP, afirmó que estos se hallaban condicionados por el contenido
político de la CP. Sepa usted cómo, pero CP siempre se las arregla para que la
CP lo siga invitando, sea para hablar sobre la validez y eficacia de la CP en vigor
como también de la postergada reforma al vetusto CP. Y es que CP nunca aburre:
quienes asistieron a la CP aprendieron una nueva forma de mirar la CP y se motivaron
a escarbar las razones políticas que subyacen al CP. “Sí, CP me motivó no sólo
a venir a la CP, sino que me ha hecho pensar a fondo sobre la CP”, decía contento
uno de los participantes. “CP nunca falla” decía otro oyente y, además,
acotaba: “fue valiente al criticar la CP estando aquí en la CP donde es sabido
que la actual CP tiene gran aceptación”. Pero, en fin, CP logró su cometido:
hizo pensar y dudar. A la salida, en los patios de la CP, muchos buscaban
estrechar las manos de CP y, más importante aún, lo interrogaron sobre el
futuro de la CP y lo cuestionaron sobre aquellas normas que impactarán el
sistema interno del CP. En fin, CP ha vuelto a triunfar.
Ruperto aprendió a leer en la cárcel. El primer libro que leyó completo fue un Nuevo Testamento. Se lo regalaron los gedeones que lo fueron a visitar cuando estaba convaleciente en el hospital penitenciario. Siendo el suyo un lenguaje limitado en palabras, de pronto se halló memorizando versos del evangelio según san Mateo, de las cartas de san Pablo y una que otra cita del Apocalipsis de san Juan. Recitaba sus versículos con la elegancia y el estilo propios de la versión Reina y Valera de 1960. Oírlo predicar era un deleite: mezclaba su jerga de choro porteño con las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. La congregación -compuesta de cogoteros, pederastas y sicarios arrepentidos- ha disfrutado cada domingo de sus homilías sagrado-profanas. “¡Escúshenme bien, giles culepos y sapos lengua’os!”, dice abriendo las Lamentaciones del profeta Jeremías. Y con voz tronante proclama: “¡Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias! ¡Nuevas son
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