Tamara y Aliosha se besaron por última vez esa fría mañana
de invierno. Al separarse, y ya sentado al volante del camión, él recuerda ese
momento y supone que eso fue amor. Varios kilómetros más allá, cruzando la
frontera binacional, al mismo tiempo Tania le advertía a Alieg que se cuidara,
que no bajara la guardia y que para esas noches de frío usara la bufanda que la
madre de ella ahora le enviaba como su último regalo. Aliosha conduce a la misma
velocidad que se desplaza el vehículo que transporta a Alieg. El primero se
dirige a cumplir una misión militar específica. El segundo, juró que se
esforzaría para repeler al que percibe como intruso en suelo propio. Faltan dos
horas con veintitrés minutos para que estos dos desconocidos queden frente a
frente, sumergidos los pies en la nieve, uno pensando en el calor de los labios
de Tamara y el otro, dudando si en el vientre de Tania bailará un hombre o una
mujer. Los dos soldados acortan la distancia que los separa mientras que sobre
sus rubias cabezas un segundo sello es abierto y, al instante, un jinete que
porta una gran espada cabalga sobre un caballo bermejo. En casa, Tamara trata
de entender dónde reside el poder que hace de la paz una mera ilusión. Mirando
el fuego de un quemador de su cocina, Tania consulta al cielo si el juego de la
vida consiste en derramar la sangre que corre por las venas del otro. Las metrallas
llevaban cincuenta segundos funcionando cuando Aliosha partió hundiendo sus
pensamientos en la última mirada que Tamara le obsequió. Alieg se extinguió imaginando
que ese embrión será el incipiente anticipo de una niña tan hermosa como su
madre. Tamara mira el reloj de la pared e intuye que él ha partido. Tania observa
por la ventana cómo las nubes insisten en sepultar las flores de su jardín con
diminutos cristales de agua helada y descifra la verdad del instante: tendrá
que criar sola.
La triste realidad de las guerras
ResponderBorrarQue profundo y triste 😥
ResponderBorrarMe emocioné. Gracias. En términos literarios, me pareció profundo en una historia simple y con una narración fácil de entender, conmover y visualizar y además con un ritmo adecuado al contenido. Felicitaciones.
ResponderBorrarLa realidad, seguramente, es así o peor.
ResponderBorrarGracias querido Franz por este regalo literario: la belleza de la palabra que se abre paso para crear, a pesar del doloroso contexto de la guerra en el que fue inspirado. Me gustó el recurso de montaje que utilizas al contar estas dos historias en paralelo y la esperanza en los opuestos: el amor que queda y la vida que crece, a pesar de la muerte. Abrazo fraterno.
ResponderBorrarTendrá que criar sola. Me estremezco al pensar en ese posible destino para mí hija en camino.
ResponderBorrarToca las cuerdas del alma y estremece el espíritu. Gracias por usar tu arte para acercarnos a la realidad que nos es ajena.
ResponderBorrarLlanto
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