Hastiada
y embrutecida. Está amaneciendo.
Regreso a esa niña sin
juegos ni risas.
“Trabaje con nosotros.
Empresa internacional.
Desafío, aprendizaje,
remuneración.”
Confié.
Una despedida, dos maletas
y tres aviones.
Océano de por medio, él me
esperaba. Sonrisa perfecta.
Aterricé. (“Yo no hablo
español, disculpe”).
Como fruta exótica me
transportaron en un furgón.
Vestidos, maquillajes,
perfumes.
Gimnasio, dietas,
tratamientos.
“El cliente siempre tiene
la razón”, me enseñaron.
Lo aprendí (con
epistemología de perra callejera).
Matiné, vermut y noche.
Me voltearon y combinaron
como al cubo de Rubik.
Igual que profeta bíblico
estuve en fosos de leones y hornos de fuego.
Fui cosa con precio
compitiendo en el mercado.
Tocada, mordida, ensalivada
y aplastada. ¿Hay algo prohibido?
En los baños me preguntaba,
Dios, ¿dónde estás?
Los días sumaron años.
La decencia de mi dueño
anuló las sospechas.
Traté de enseñarles modales
a los bisontes. Inútil.
Ya no tenía sentido gritar:
la justicia no hace milagros.
Esta mañana manos impunes
entregaron mi cadáver al forense.
Supe que no habrá
repatriación para mi carne gastada.
Felicitaciones Hijo por el don literario que Dios ha puesto en ti!!!
ResponderBorrarSigue cultivándolo como piedra preciosa!!!
Fantástico!!!!
ResponderBorrarImpactante.... mis respetos Franz, muy buen texto.... una pregunta: ¿los milagros hacen justicia?
ResponderBorrarExcelente amigo mío! Gracias por compartir tu talento conmigo! Me encantan tus publicaciones! Deberías escribir un librob
ResponderBorrarFranz, amigo querido, tal vez sean cuentos sin gloria...pero doy gracias a Dios, que aún tenemos la esperanza que alguien los escriba, que otros los lean y que entre todos podamos meditar y actuar, frente a la injusticia y la incredulidad. Un abrazo, sigamos escirbiendo y leyendo...
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