¿Cómo se originó la justicia poética? Todo comenzó así: un abogado no pudo seguir viviendo si antes no escribía un poema. Entonces tomó un lápiz y un papel. Escribió. Se supone que de allí tenía que nacer algo poético. Pero, cual rey Midas (que todo lo toca y lo transforma en otra cosa) y al contrario de él (que todo lo convierte en un metal precioso), este abogado escribía poemas con gusto a querella y rimas con sabor a demanda. Y, al revés, cuando comparecía ante un estrado judicial, sus contrapartes lo insultaban con la peor de las groserías: "colega, ¡todo cuanto usted alega es pura poesía!".
Ruperto aprendió a leer en la cárcel. El primer libro que leyó completo fue un Nuevo Testamento. Se lo regalaron los gedeones que lo fueron a visitar cuando estaba convaleciente en el hospital penitenciario. Siendo el suyo un lenguaje limitado en palabras, de pronto se halló memorizando versos del evangelio según san Mateo, de las cartas de san Pablo y una que otra cita del Apocalipsis de san Juan. Recitaba sus versículos con la elegancia y el estilo propios de la versión Reina y Valera de 1960. Oírlo predicar era un deleite: mezclaba su jerga de choro porteño con las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. La congregación -compuesta de cogoteros, pederastas y sicarios arrepentidos- ha disfrutado cada domingo de sus homilías sagrado-profanas. “¡Escúshenme bien, giles culepos y sapos lengua’os!”, dice abriendo las Lamentaciones del profeta Jeremías. Y con voz tronante proclama: “¡Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias! ¡Nuevas son
Aún recuerdo la primera vez que te vi alegar citaste a Borges con su "Funes el memorion... :)
ResponderBorrarSospecho que va a terminar ganando la poesía.. Una vez se ha instalado es difícil desalojarla.. Con todo y orden judicial :)
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