Viernes por la noche. Su
ánimo andaba por los suelos. La semana fue horrible. (Se sentía cansado). La
Corte desestimó sus alegaciones y revocó lo que él pretendía confirmar. (Se
sintió derrotado). Quedó atrapado en una discusión con un cliente que le
desconoció el trabajo realizado y se negó a pagarle los honorarios pactados.
(Se sintió engañado). Releyó un tratado sobre justicia criminal y no supo
discernir si el dolo se hallaba en el tipo o en la culpabilidad. (Se sintió
ignorante). Una cliente lloró delante suyo cuando relató la muerte de su marido
en un accidente de tránsito. (Se sintió impotente). Descubrió el plagio de tres
estudiantes que le enviaron sus ensayos a última hora para cerrar el semestre.
(Se sintió frustrado). Llegó a su casa y su perro no salió a recibirlo ladrando
ni moviendo la cola. (Se sintió ignorado). Su hija lo besó en la mejilla y le
dijo con ternura: "hola, papi". (Sintió esperanza). Horas más tarde,
al apagar la luz, su mujer le regaló bajo las sábanas una versión apócrifa del
Cantar de Salomón. (Entendió que Dios aún lo amaba).
Ruperto aprendió a leer en la cárcel. El primer libro que leyó completo fue un Nuevo Testamento. Se lo regalaron los gedeones que lo fueron a visitar cuando estaba convaleciente en el hospital penitenciario. Siendo el suyo un lenguaje limitado en palabras, de pronto se halló memorizando versos del evangelio según san Mateo, de las cartas de san Pablo y una que otra cita del Apocalipsis de san Juan. Recitaba sus versículos con la elegancia y el estilo propios de la versión Reina y Valera de 1960. Oírlo predicar era un deleite: mezclaba su jerga de choro porteño con las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. La congregación -compuesta de cogoteros, pederastas y sicarios arrepentidos- ha disfrutado cada domingo de sus homilías sagrado-profanas. “¡Escúshenme bien, giles culepos y sapos lengua’os!”, dice abriendo las Lamentaciones del profeta Jeremías. Y con voz tronante proclama: “¡Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias! ¡Nuevas son
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