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Tales de Mileto

Cuando llegó a dirigir al equipo de la facultad de física lo recibieron con aplausos. El viejo ya era popular y encima se hacía querer. En su vida había sido de todo: feriante, cajero, chofer, ambulante, gasfíter y, ahora, director técnico. En sus oficios aprendió a leer las miradas de su clientela. La experiencia cotidiana -con sus engaños y desengaños- le enseñó a saber quién hablaba en serio y quién hacía bluf. Analizaba los gestos, los movimientos de los ojos, las arrugas de la frente y entonces emitía su veredicto: “¡eso es verdad!”, o, “¡eso es mentira!”. Y no había nadie que le hiciera cambiar de opinión. Muchos se enemistaban con él, pero al viejo eso le importaba un pepino: al final el tiempo siempre acababa dándole la razón. A corto andar supo aplicar su capacidad predictiva para entrenar al arquero del club en el difícil arte de atajar penales. Su salto a la fama ocurrió ese inolvidable 2 de julio de 2019, cuando todo Chile miraba al cielo para disfrutar de un eclipse solar total. Ese día, mientras el astro rey bailaba su cueca chora con la luna, aquí en la tierra los de física disputaban la final universitaria con los de filosofía. Durante los noventa minutos empataron a tres goles. En los descuentos mantuvieron el equilibrio sin hacerse daño. Y entonces, ni modo, llegó la tanda de los penales. El viejo agorero, convertido a esa altura en una sacerdotisa de Apolo en el templo de Delfos, le enviaba mensajes secretos a su joven portero. “Mijo, éste irá a la derecha y por abajo”. Tal cual: el arquero de física obedeció al profe y dejó con crisis existencial a un flacuchento con cara de Kierkegaard. Gritos en la galería. Minutos después, cuando el sol estaba por cubrir del todo al único satélite natural que posee la tierra, en la cancha se produjo el dilema: si de nuevo tapaba el portero, los de física alzarían la copa. “Mijo, usté ni se me mueva, mire que ese hijo de Platón mandará la pelota a Plutón”. Tal cual: el portero sólo tuvo que alzar la vista para ver cómo la esférica sobrevolaba el travesaño hasta perderse en el infinito. Nunca se supo si acaso ese fue el clímax del eclipse chileno. Pero lo cierto es que el viejo zorro llevó a la gloria por primera vez a sus pupilos. Estos días de pandemia al profe le llueven consultas para que vaticine hasta cuándo se extenderán las cuarentenas. Él se ríe y desde la banca instruye a los suyos: “Mijo, usté mejor tése calla’o. Aguante nomás y no se me canse antes de tiempo”.

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