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Años

Se conocieron en el patio del colegio. Un intercambio de meriendas en un recreo marcó el inicio de su amistad. A la salida de clases descubrieron que caminaban en la misma dirección. Juntos enfrentaron ese día el peligro de vérselas con una jauría. Salieron vivos. Luego vinieron los cumpleaños y las invitaciones de fin de semana. Entrando a la pubertad se distanciaron. Cambios de colegio y de barrio equivalían en los tiempos sin internet ni telefonía móvil a cambios de continentes y husos horarios. De forma casual se encontraron un día en la calle. Se reconocieron con apenas mirarse. En un papel intercambiaron sus números de teléfono y supieron que cursaban la misma carrera en distintas universidades. Pasaron los años. En una librería él leyó el nombre de ella en la portada de un libro muy aclamado. Lo compró, lo devoró, fue feliz. Dos décadas después ella ingresó de incógnito a escuchar una conferencia de boca de quien fue su primer mejor amigo. Le pareció magistral, lo aplaudió de pie y salió del salón sin ser vista por el expositor. Quince años después coincidieron en la cafetería de un aeropuerto. Ella llegaba y él se iba. La una divorciada y el otro viudo renovaron sus números de teléfono y se dijeron que el libro y la conferencia habían sido para ambos sendos placeres, verdaderas trufas de chocolate. Esta tarde de otoño cuando él celebra sus primeros 68 años de vida, ella ha sido su única invitada. Bebieron vino, oyeron boleros y cuando se hacía tarde él la acompañó unas cuadras para que ella tomara un taxi. Estando bajo la luz de un farol sufrieron el acoso de varios perros rabiosos. Otra vez salieron vivos. Fue tanta la alegría que el abrazo se transformó en un beso. 

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