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Audiencia

“¡Se me está quemando el pollo en la cocina, Señoría!”, grita el fiscal. “¿Qué ha dicho, señor persecutor?”, responde con asombro la jueza. “Lo que oyó, pues, Señoría. ¡Hasta aquí siento el olor a quemado!”, replica con angustia. “Es mi obligación recordarle al Ministerio Público que las audiencias a distancia no deben prestarse para el chiste ni el abuso”. Diantre: esta magistrada sí que salió implacable para resolver. Es una carnívora convertida al veganismo y ahora no se puede permitir a sí misma que la ley sea burlada ni los animales maltratados. Ay, no faltaba más, aquí viene el defensor rechazando un nuevo receso. “Señoría, esto es grave: mi cliente arrastra en el tiempo una prisión preventiva y ahora el fiscal prefiere atender la suerte del pollo que tiene en el horno”, arroja la primera piedra con la autoridad moral de quien está libre de pecado. “Señoría, el pollo, perdón, el imputado, quise decir, lleva en el horno, disculpe, en prisión, sólo un par de días. El defensor exagera. Pero, por favor, ¡concédame un minuto! ¡El pollo arderá si no lo quito ahora mismo del horno!”, dice con voz ahogada el fiscal. “¡Papá!, ¿qué está pasando en la cocina? ¡Sale humo y está muy hediondo!”, exclama una voz chillona de niño aterrado. “Hijito, voy en seguida, apenas esta vieja me deje en libertad”, afirma el atormentado cocinero mientras la Usía lo oye todo. “¿Qué ha dicho, señor fiscal?” – espeta ella, lapidaria, con la evidencia en la mano. “Señoría -irrumpe el zorro del defensor-, el fiscal pretende desviar el debate con cuestiones de hecho que son ajenas a los presupuestos legales y bla, bla, bla…” y así una insufrible perorata. “Papá, ¡¿qué hago?! ¡Una llama, una llama, papá! ¡No veo nada, papá!”, lloriquea el chico, cubriéndose su carita y tosiendo por la humareda que abarca toda la cocina. “¡El pollo, Señoría!, este, no, ¡mi casa arde!, ¡mi chiquillo se chamusca!, ¡el preso golpeó a su madre hasta dejarla inconsciente!, por favor, ¡sólo le ruego sesenta segundos!”, pide el hombre desabrochándose el cuello de la camisa por el calor que invade su hogar. “El principio de continuidad, Señoría, impide la pausa que alega con astucia la fiscalía y bla, bla, bla…”, lo aplasta sin misericordia el defensor. De fondo se oyen las sirenas de bomberos llegando a las ruinas de Pompeya. “¡Por aquí, por aquí!”, sale de prisa el niño a recibirlos. “Me allano, Señoría, ¡dele la libertad inmediata al maldito pollo, quiero decir, al fulano ese que tanto le importa!”, se queja el fiscal sin abandonar su puesto de trabajo. “Amor, tu alarma”, dice con suavidad una mujer. Y el persecutor despierta en su primer día de vacaciones.

Comentarios

  1. Esta chistoso e incendiario... Me reí mucho durante el cuento y sentí un alivio de que fuera un sueño... Ay! el estrés del abogado litigante... Por algo ganan tanto...

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  2. Muy bueno... Mantuvo la tensión hasta el final.
    Estaba con la guata apretada.
    Me encantó Franz.

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  3. Bueno, bueno!!!... gracias por compartir!

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  4. Jajajaja genio Franzu!!!! Me reí un montón

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  5. Me tenía angustiada el pollo en el horno! Y final, inesperado! Seco Franz!!

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