En el principio era el caos:
litigantes, hechos y normas en colisión.
Sobre la incoherencia del sinsentido revoloteaba la poesía.
Entonces en la Sala se declamó el primer verso:
el vacío fue atravesado por una palabra creadora.
¡Y vio la Corte que eso era bueno!
Luego el jurista alegó con vehemencia, separando lo accesorio de lo principal.
A lo secundario llamó accidente, y esencia a lo medular.
¡Y vio el Máximo Tribunal que eso también era bueno!
A continuación su legítimo contradictor
dio vida a las consecuencias que seguían
a las premisas sentadas por la otra parte.
Se hicieron notorias las falacias y las verdades.
Las primeras fueron lanzadas al horno de fuego,
mientras que las segundas saltaban alegres por los estrados.
¡Y la Suprema Judicatura vio que era bueno!
Terminada la vista de la causa, la campanilla inauguró el reposo.
Pasaron los días.
Llegó la sentencia.
La condena fue revocada.
Un gendarme abrió la celda del preso.
Se levantó el condenado que dormía.
Y fue el rematado (¡de nuevo!) un ser viviente.
De regreso en casa, se unió a su mujer. Fueron una sola carne.
¡Y vio el Juez de toda la tierra que esto era muy bueno!
Interesante... me agrada el respeto que le tienes a la libertad, se nota en tus escritos, libertad, no discriminación, compasión, igualdad...
ResponderBorrarY vió el lector que el cuento era muy bueno!
ResponderBorrarBuenísimo!!v!
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