Volgogrado arde de día y de noche.
Es difícil conciliar el sueño en una habitación saturada del calor
veraniego. Hay quienes imaginan que esta ciudad es un templo de hielo. Y, sí,
eso alguna vez fue verdad: las huestes hitlerianas que invadieron la ciudad (cuando ésta se llamaba Stalingrado) quedaron atrapadas en uno de los inviernos más fríos registrados en la
historia. Pero fuera de ese golpe mortal al nazismo en suelo soviético, hay que
saber que aquí el periodo estival calienta las calles, los cuerpos y los
ánimos. Verano es verano y los rusos de esta zona no son esquimales ni en sus calles rondan los osos polares. Y esta noche es duro cerrar los ojos. Estoy boca
arriba, mirando el techo, en una habitación oscura. El silencio es total y se
oye con claridad lo que sucede en la calle. Me hallo cerca de la salida a un
balcón y las puertas y ventanas están abiertas. Nada refresca. Espero la
llegada de Morfeo enterándome de lo que sucede alrededor: un vecino regala su
verborrea a viva voz, más allá una mujer llora con angustia y, a lo lejos, pasa
el tren. Me sobrevuelan algunos zancudos ruidosos, anunciando su arribo sobre
mi frente, cachetes u orejas. Los confronto a todos a punta de cachetadas y
golpes al aire, excepto a ese que me muerde en la planta de un pie. Dolor.
Pienso dedicarle un cuento al insecto desvergonzado, pero desecho la idea de
regalarle una sola palabra a ese terrorista nocturno. De pronto, al balcón ingresa
un grillo cantor. Una cosa es oírlo (sublime) formando parte de un coro
callejero, y otra (nefasta) es tenerlo pegado al oído. Este es un mariachi
expulsado de la orquesta que ahora, resentido, ofrece sus servicios particulares
como solista a domicilio. Canta como disparando una metralla. Ni Rambo fue
capaz de lanzar tantas balas en la suma completa de toda su saga. Este bicho
canta sin darse un segundo de pausa. Tanto que estresa a la gata de la casa. La
felina insiste en buscarlo a ciegas. Ella salta con torpeza y cuando cae, el
grillo está en otro rincón disparando sus sonidos. De seguro cuando éste andaba
con el resto de la orquesta de mambo y chachachá debió haber sido el que tocaba
las maracas. Sigue, insiste, no se agota, es incombustible. Borracho y
porfiado. Su sonido agudo y
monótono se infiltra en mi sangre, me afiebra y me perturba la mente. Antes de
las cinco de la mañana el sol estará brillando con fuerza y sus rayos harán
sudar mi piel. A las pailas el placer del sueño reparador. Sí, Volgogrado arde
de día y de noche.
Que insolencia, cómo pues, entonces hay que viajar en primavera.
ResponderBorrarMe reí mucho con el zancudo y el grillo. Un insecticida apto para bicho pero nocivo para humanos es bueno manejar en la mesita de noche.
Paciencia ya ha pasado casi un mes.