De pequeña aprendió a resistir el rechazo. Correteada de cuanta
casa, escuela o transporte por donde pasaba, su vida se redujo al único
objetivo de sobrevivir. Nunca supo de cumpleaños ni días especiales. Ha sido perseguida,
a veces con violencia. Interesada en conocer si en otros países las que son
como ella corren la misma suerte, ha investigado el asunto. Se ha enterado que
sí: que en los cuatro puntos cardinales le esperan gestos de repudio, palabrotas
y golpes letales. Entonces duda si quedarse o partir. Al final optó por seguir
en tierra conocida. En su fragilidad está dispuesta a vivir sin comodidades,
pero los fuertes se la hacen difícil. En su presencia siempre arrugan la cara y
levantan las manos para que se vaya. “¡Fuera de aquí, sucia!”, es el mensaje
que lee en los rostros de hombres y mujeres, sin importar apellidos ni clases
sociales. Ha sido expulsada de comisarías, iglesias y del Palacio de Gobierno. Atribulada,
pero sin resignarse a su realidad, aprendió el lenguaje de los demás. Necesitaba
comprender el motivo del hostigamiento diario que padece desde cuando fue parida.
Lo logró. Detrás de una ventana escuchó cuando una abuela instruía
a su nieta: “mi niña, no llores. La maté por inútil. Y tú deberías hacer lo
mismo. Puedo tolerar muchas cosas, pero jamás una mosca”.
Ruperto aprendió a leer en la cárcel. El primer libro que leyó completo fue un Nuevo Testamento. Se lo regalaron los gedeones que lo fueron a visitar cuando estaba convaleciente en el hospital penitenciario. Siendo el suyo un lenguaje limitado en palabras, de pronto se halló memorizando versos del evangelio según san Mateo, de las cartas de san Pablo y una que otra cita del Apocalipsis de san Juan. Recitaba sus versículos con la elegancia y el estilo propios de la versión Reina y Valera de 1960. Oírlo predicar era un deleite: mezclaba su jerga de choro porteño con las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. La congregación -compuesta de cogoteros, pederastas y sicarios arrepentidos- ha disfrutado cada domingo de sus homilías sagrado-profanas. “¡Escúshenme bien, giles culepos y sapos lengua’os!”, dice abriendo las Lamentaciones del profeta Jeremías. Y con voz tronante proclama: “¡Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias! ¡Nuevas son
La mate por inútil. Ahí se me pararon los pelos…
ResponderBorrarPero conociendo el autor…súper.
Felicidades. Queremos más
"Por qué nos conmueve
ResponderBorrarmás la poesía que la realidad"
Maravilloso final!
ResponderBorrarBueno, muy bueno! Intrigante.. Genial
ResponderBorrarEs un relato bien escrito pero que a mí me funciona poco y nada. Fue muy previsible para mí desde el principio porque he leído varios del mismo tipo. Así que se me hizo muy reiterativo. Además no me va lo de medio humanizar insectos (es medio, porque no habla, por ejemplo). Pero, dentro del tipo (que no es nada interesante para mí) está muy bien armado, creo que en particular por lo corto. Dándole de ese modo el perfil que realmente tiene, o sea el de una anécdota.
ResponderBorrar