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Cándidos

“Oye, Martín, ¿me podí tomar una selfi?” - le preguntó Benjamín. “No, po’. Tú sí que estay mal. Mira, te voy a hacer una autocrítica: si yo te tomo esa foto entonces ya no será una selfi de verdá, ¿cachay?” - le respondió su compañero. “Ah, chuta. ¿Y cómo lo puedo hacer para tener una selfi de verdá, oye tú?” - prosiguió el recién autocriticado. “Tú mismo, po’, te la tení que puro tomar. La cosa es entre ti mismo y tú mismo”, continuaba Martín con tono heideggeriano. “Pucha, eso está pelúo, ¿no veí’ que todavía me estoy comiendo mi completo?” - afirmó el Benja con la boca llena de migas de pan. Martín, experimentado en el arte de la vida, reprendió de nuevo a su compinche: “Benja, tú sí que no cachay ná’, ¿cómo me podí decir que eso es un completo si no tiene palta, tomate ni mayonesa?” ¡Jaque mate! Benjamín no sabía qué decir ante tamañas verdades. Atragantado con la salchicha que trataba de tragar en ese momento, y sin la selfi que deseaba, se fue hundiendo en el silencio. Martín ya estaba por largarse de regreso a la zona de juegos, cuando el Benja, agudo observador de la realidad, lo sorprendió con su última ocurrencia. “Oye, Martincho, veo que anday con el terrible caracho de hambre. Seguro que tu mamá hoy no te mandó ná’ pa’ la colación, pero de más que anday con mone’as. Mira, allí leo que la tía vende dos berlines por uno. ¿Te animay a comprarlos? Tú te podí quedar con el que está paga’o y a mí me day el costo cero”. El pequeño Martín lo pensó un instante, pero luego contestó: “No, Benja, no me podí manipular ni engañar a mí. ¿Te cachay que al final tú te queday con el paga’o y yo, con el regala’o? No, eso no lo puedo permitir, no soy ná’ tonto ni pajarón”. Y así nomás se quedaron: el Benja con un completo sin condimentos y sin la selfi que tanto le apetecía, y el Martín, con cara de hambre, pero a salvo sus monedas y su incólume fama de pillo. 

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