Detiene el autobús con
la mano empuñada y el pulgar hacia arriba (old school!). Lo aborda saludando al
chofer. Enseguida paga su pasaje. Al caminar por el pasillo expele el grato
aroma de su perfume. Sus zapatos negros recién lustrados brillan y encandilan a
quien los mira. Busca dónde sentarse. Observa, piensa y descubre un puesto
vacío al lado de una joven agraciada. Sentándose junto a ella, y sin quitarse
los lentes negros que cubren sus ojos, le dice con voz ronca: “Entrégame tu
teléfono y todo el dinero que tengas”. La chica no se inmuta y sigue haciendo
lo suyo. Ella mueve los pies y tamborilea sus dedos al ritmo de una música insonora.
Sus audífonos la mantienen aislada del mundo y sus desgracias. Entonces el
hombre va por segunda vez, pero ahora tocándole un hombro hasta conquistar su
atención. “Sí, dime, ¿qué te pasa?”, le contesta, rápido y seca, su improvisada
compañera de viaje.
-
Te
estaba diciendo que me entregues tu celular y tu billetera.
-
Disculpa,
¿qué? No comprendo. ¿Qué es esto?
-
Eso
dependerá de ti, de cómo te comportes.
-
Sigo
sin entender. Exijo una explicación.
-
Es
sencillo: hay varias opciones. Te las propongo todas para que tú escojas una
con libertad.
-
Muchas
gracias. Te escucho con atención. Puedes comenzar.
-
Valoro
tu buena actitud. Si todas las víctimas fueran como tú, otro gallo cantaría.
-
No,
al contrario, si todos los ladrones se tomaran la molestia de explicar lo que
hacen, este planeta sería algo más lindo.
-
Bueno.
La primera alternativa es que tú decidas cooperar: dejas tus cosas sobre tus
piernas, levantas tus manos y miras para otro lado mientras yo me apropio de
esos específicos objetos, sin rozar siquiera una parte de tu cuerpo.
-
Interesante.
Y eso, ¿qué sería?
-
Un
hurto.
-
A ver,
quiero saber si hay otra manera de hacer bien las mismas cosas.
-
Aquí
voy. La segunda posibilidad es que tú te resistas a mi imperativo. Así me
obligas a usar la fuerza. Podría golpearte, ahorcarte o empujarte.
-
¡Caramba!
¡Demasiado dolor! ¿Y cómo se llama eso?
-
Robo
con violencia.
-
No te
molestes conmigo, pero ¿me queda todavía más margen de elección?
-
Sí, claro
que sí. Podría apropiarme de lo tuyo a través de mis palabras. Te puedo
insultar, humillar o amenazar. Esto sería un robo con intimidación.
-
Me
gusta eso de que trabajes con palabras, pero discrepo del tono. ¿No las podrías
cambiar por palabras tiernas y amorosas?
-
Sí,
por supuesto. Pero para serte sincero, me obligarías a faltar a la verdad.
-
¡Bah!
Es un detalle. No serías el primer hombre que me miente. Sigue, por favor.
-
Podría
decirte que te amo, que me vuelves loco, que apenas te vi supe que eras la
mujer de mi vida y que para perpetuar este efímero instante te rogaría que, por
favor, me dieras algo tuyo para que yo pueda recordarte por siempre.
-
¡Uy! ¡Qué
lindo! ¡Sí, eso sí! ¿Es una poesía?
-
No, una
estafa.
-
Está
bien. Me quedo con la estafa. Dime todo eso que me dijiste y te daré lo que me
pides. Vamos, ¡engáñame!
La chica cierra los ojos. El hombre repite palabra por
palabra su libreto. Ella se emociona.
-
Ten: éste
es mi celular y te prometo que es todo el dinero que tengo en mi poder.
-
Has
sido muy amable. Debo irme. Me bajaré en la próxima parada. Si quieres saber
más de mí, me puedes seguir.
-
Ah,
buena, ¿tienes Tik Tok o Instagram?
-
Nada
de redes sociales. Soy discreto. Digo que te vengas conmigo.
-
¡Oh!,
disculpa. Entendí mal. No, no puedo, tengo muchas cosas que hacer. Pero gracias
por tu invitación.
El hombre toca el timbre. El chofer detiene el autobús.
El sujeto se baja, dándole las gracias al conductor. Y deja en el aire, flotando,
el aroma de su perfume.
Weno, entretenido, el diálogo ágil, inteligente, educado, seductor
ResponderBorrarYo quiero un delincuente así jajajajajja