En mi jardín cultivo distintas plantas. Por eso
sufro desde ahora la sequía profetizada para la Región Metropolitana. Me
pregunto cuánto tiempo más podrán resistir mis matas silvestres la falta de
agua. De veras echaré de menos el día cuando ya no pueda sumergir algunas de
estas hojas en una infusión caliente. Será horrible levantarse de la mesa
sintiendo el estómago pesado. Si ellas llegaran a marchitarse, los comensales
perderemos una fuente natural de frescura y energía. No hay psicólogo ni
psiquiatra que pueda revertir la situación. Es indisputable: el cuerpo humano
resentirá los problemas la ausencia de la menta.
Ruperto aprendió a leer en la cárcel. El primer libro que leyó completo fue un Nuevo Testamento. Se lo regalaron los gedeones que lo fueron a visitar cuando estaba convaleciente en el hospital penitenciario. Siendo el suyo un lenguaje limitado en palabras, de pronto se halló memorizando versos del evangelio según san Mateo, de las cartas de san Pablo y una que otra cita del Apocalipsis de san Juan. Recitaba sus versículos con la elegancia y el estilo propios de la versión Reina y Valera de 1960. Oírlo predicar era un deleite: mezclaba su jerga de choro porteño con las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. La congregación -compuesta de cogoteros, pederastas y sicarios arrepentidos- ha disfrutado cada domingo de sus homilías sagrado-profanas. “¡Escúshenme bien, giles culepos y sapos lengua’os!”, dice abriendo las Lamentaciones del profeta Jeremías. Y con voz tronante proclama: “¡Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias! ¡Nuevas son
¡Que cosa! Recordé recién como mi mami me daba menta con azucar quemada en Temuco, cuando me dolía "la guata." Así es...el cuerpo se resiente "con la ausencia de la menta." Great reminder. Thank you.
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