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Reposo

Majestuoso. El volcán crecía frente a sus ojos. Fuera de su biblioteca Eustaquio se sentía extraño. Pensó en regresar a su escarabajo y manejar de vuelta a la cabaña que arrendaba. Era un ser urbano, acostumbrado a su oficina y a los tribunales. Aquí en cambio le tocaba jugar de visita: el viento le golpeaba la cara y el silencio se burlaba de su capacidad para articular discursos. Se percató que el sol estaba listo para echarse a dormir. Y no faltó la estrella que se atrevió a brillar sin esperar la llegada de la noche. La detectó pese a su miopía. Eso lo llenó de alegría. Entonces algo detuvo ese impulso metropolitano de emprender la retirada. Optó por reírse de su intento de fuga y más bien se allanó a la verdad del lugar. Ni en sus alegatos más notables (alabados por los ministros) ni en sus escritos mejor logrados (copiados por sus colegas) llegaba a rozar la belleza que reinaba en este espacio. Su cerebro aprovechó el instante y eyectó los kilos de demandas, querellas e informes anquilosados en la memoria. El disparo fue de tal precisión que las normas y alegaciones cayeron dentro del cráter. Mientras se derretían, el volcán saludó a Eustaquio con una fumarola, gesto que él retribuyó con una carcajada liberadora.

Comentarios

  1. "ese impulso metropolitano de emprender la retirada"... me encantó, los estoy leyendo todos!!

    Abrazo virtual!!!

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