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Postales (6)

Volgogrado parece una ciudad atrapada en el tiempo. Quien antes haya estado por aquí, digamos a modo de ejemplo, el año 2000, y tenga hoy la oportunidad de recorrer sus barrios periféricos, constatará que las cosas siguen estando tal como las dejó 21 años atrás. Una vez acabada la batalla de Stalingrado y reconstruida de nuevo desde cero, la ciudad quedó como petrificada en una fotografía color sepia. Fue necesario volver a poblar la tierra, quitar escombros y reedificar. Y así fue. En los años cincuenta se levantaron edificios que siguen hoy en pie: moles de cemento y fierro que todavía resisten con porfía. Han pasado decenas de inviernos nevados y veranos calurosos y, claro, las cosas se van desgastando. Se pueden hallar parques diminutos donde alguna vez los niños del barrio bajaron a jugar (columpios, refalines y subibajas). Hoy esos juegos son evidencias ante el tribunal de cronos: el metal está oxidado, la madera agrietada y la pintura descascarada. Creció la maleza y ésta, ladrona como pocas, se fue comiendo las plazoletas y los puntos de encuentro. Y las bancas siguen estando ahí, aunque sólo sea para cuando las palomas, los cuervos y las golondrinas quieran usarlas como aeropuerto de provincia. ¿Triste? Es como contemplar un elefante cansado que anda buscando un lugar donde recostarse, cerrar los ojos y dejar de mover su trompa. Pero hay también otras cosas inmunes al cambio. Nada supera al placer del minuto veraniego compartido en la calle con amigos de antaño. Entonces el calor se aplaca con el kbáz frío vendido en la esquina por una abuela de ojos azules y el hambre, con uno de esos shabermas enrollados por las manos tatuadas de un joven que sabe sonreírle al extranjero.  

Comentarios

  1. Huiiii, que bien me acuerdo de esos shabermas! También de los edificios desgastados por "Cronos." Historia en Volgogrado de victorias muy costosas--pero necesarias para los que hoy viven allí...y recuerdan...y añoran que nunca se repita.

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