Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de marzo, 2022

Emigrar

“¡Abram, deja tu tierra, tus familiares y la casa de tu padre, y vete a la región que te voy a mostrar!”, afirma el Señor fungiendo como promotor de migraciones internacionales. “¿Y adónde me habrás de llevar, oh Autor del universo?”, contesta el arameo errante. “Eso no es asunto tuyo. Al menos no, por ahora. Más bien prepara tus maletas y recuerda tener a mano tu pasaporte y el certificado de vacunación”, replica el Hacedor. “Oh, mi buen Dios, es que me ayudaría mucho saber siquiera el continente que tienes en mente. Ten presente que deberé gestionar mis visas con anticipación”, insiste el simple mortal. “Está bien. No pensaba hacértelo saber. Quería regalarte una sorpresa. Pero, en fin, mejor te lo digo ahora: ¡irás a Chile!”. El hombre guarda un profundo silencio. Luego, con reverencia exclama: “Mi Señor, verás, cruzar los océanos sólo para tenerme allá por 90 días (plazo renovable por otros 90 días más), ¿no será como poco?”. “¿Qué dices, Abram?”, lo interroga el Omnipotente. “Clar...

Pancho

El Covid-19 me venció en julio de 2021. Fui a dar por ocho días a un hospital en Volzhski (ciudad vecina de Volgogrado, Rusia). Las horas pasaban lentas (muy lentas) dentro de una sala amplia de paredes blancas y techo alto. Superados los primeros desvaríos de la fiebre y algo menos intoxicado que al principio, me sentí con fuerzas para comer, intercambiar mudos gestos de amistad con mis compañeros de habitación, leer un par de libros y escuchar música en español. Conectaba los audífonos a mis oídos y del teléfono móvil salían acordes que me recordaban el rincón del mundo donde nací. La distancia me despertó ansias de escuchar melodías latinas y la enfermedad me llevó a rebuscar algunas letras imprescindibles entre los archivos de mi memoria. Fue así como volví a las canciones de Pancho Martell. Las escuché de niño (en casetes) y, sin querer, memoricé largos versos (en un vocabulario que sonaba extraño para un mocoso de 10 años: “Yo también sufrí, yo también lloré, yo también viví la v...

(Porno)

Porno            decir las verdades, mis huesos envejecieron. Porno            amarte cuando estabas aquí, hoy vuelas lejos. Porno            escuchar a mis viejos, tuve que aprender sufriendo. Porno practicar la escritura en tiempos de paz,  llegó la guerra y no supe cómo seguir.    

Pragmático

Sobre un piso de césped sintético descubrió su vocación política. Sus convicciones graníticas y sus dietas hipocalóricas lo volvieron un sujeto estrambótico. Por sus textos apologéticos sobre lo circumbirúmbico y por aquellos ideales estratosféricos, se granjeó fama de polémico. Para nada problemático, su estilo era -ante todo- poético (y, siendo bien específico, romántico). Para unos era un lunático, para otros era un maniático y según sus opositores, un vociferador mediático. Se mostró enemigo de lo cosmético, tenaz contra lo enigmático y cultivó una retórica categórica. Sus experiencias traumáticas (fue criado en un medio aséptico, valorando en exceso lo higiénico), lo volvieron algo escéptico. Siempre fue certero en cuestiones de pronósticos y diagnósticos (con mínimas desviaciones estadísticas). Sus cálculos matemáticos y sus giros lingüísticos reforzaron su cariz filosófico-analítico. Huyó de lo jurídico, mas se interesó por los estudios humanísticos y memorizó los tres evangelio...

Lingüístico

Las letras y las palabras me hacen sufrir (pero las perdono). Con frecuencia me confunden (pero sigo dependiendo de ellas). Se confabulan en mi contra y gozan al verme metido en un problema (pero aun así las quiero). Como ese día cuando llegué vestido con ropa ligera a la clase de matemáticas, listo para bailar. ‘Y a usted, joven, ¿qué le pasó?’, me preguntó la profesora. ‘Nada, señorita, sólo me tomé en serio eso de que hoy tendríamos algo de ritmo’. En su mirada fluía compasión: “Algoritmo, joven, algoritmo. Me oyó mal. Y ahora vaya a sentarse. Al recreo se cambiará esa guayabera”. Años después fui encarado por el marido de una colega. El hombre estaba celoso y en su furia me ofrecía resolver esto a los golpes. ¿Qué pasó? Se enteró que cuando su mujer me preguntó, en el receso de una conferencia, qué se me antojaba beber, ella me escuchó decir ‘te quiero’. Grave. Esa inversión en el orden normal de la frase (‘quiero té’) me expuso a perder la vida. El poeta que había en mí me volvía ...

[...]

Tamara y Aliosha se besaron por última vez esa fría mañana de invierno. Al separarse, y ya sentado al volante del camión, él recuerda ese momento y supone que eso fue amor. Varios kilómetros más allá, cruzando la frontera binacional, al mismo tiempo Tania le advertía a Alieg que se cuidara, que no bajara la guardia y que para esas noches de frío usara la bufanda que la madre de ella ahora le enviaba como su último regalo. Aliosha conduce a la misma velocidad que se desplaza el vehículo que transporta a Alieg. El primero se dirige a cumplir una misión militar específica. El segundo, juró que se esforzaría para repeler al que percibe como intruso en suelo propio. Faltan dos horas con veintitrés minutos para que estos dos desconocidos queden frente a frente, sumergidos los pies en la nieve, uno pensando en el calor de los labios de Tamara y el otro, dudando si en el vientre de Tania bailará un hombre o una mujer. Los dos soldados acortan la distancia que los separa mientras que sobre sus ...