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Pragmático

Sobre un piso de césped sintético descubrió su vocación política. Sus convicciones graníticas y sus dietas hipocalóricas lo volvieron un sujeto estrambótico. Por sus textos apologéticos sobre lo circumbirúmbico y por aquellos ideales estratosféricos, se granjeó fama de polémico. Para nada problemático, su estilo era -ante todo- poético (y, siendo bien específico, romántico). Para unos era un lunático, para otros era un maniático y según sus opositores, un vociferador mediático. Se mostró enemigo de lo cosmético, tenaz contra lo enigmático y cultivó una retórica categórica. Sus experiencias traumáticas (fue criado en un medio aséptico, valorando en exceso lo higiénico), lo volvieron algo escéptico. Siempre fue certero en cuestiones de pronósticos y diagnósticos (con mínimas desviaciones estadísticas). Sus cálculos matemáticos y sus giros lingüísticos reforzaron su cariz filosófico-analítico. Huyó de lo jurídico, mas se interesó por los estudios humanísticos y memorizó los tres evangelios sinópticos. Le dolían los errores ortográficos y los atentados dolosos a la gramática. Jamás dejó de funcionar como un tipo práctico ni comprometió su rigor científico, en especial tratándose de teoremas asiáticos. Le asustaban los movimientos telúricos y, de noche, era consciente de sensaciones epidérmicas e incluso de las vibraciones peristálticas. Evitaba las confrontaciones telefónicas, le interesaban las anticipaciones meteorológicas y sentía curiosidad por las transformaciones arquitectónicas. Sin duda, ¡fue un hombre feliz!

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