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Mostrando las entradas de diciembre, 2022

Pelé

… en este momento el Señor Dios  debe estar gozando de lo lindo allá en la gloria  al contemplar como su hijo corre con el balón pegado al botín sin que ningún ángel, arcángel o querubín logre quitárselo…

Versos en fuga

Sentado en una banqueta, el poeta gozaba de la noche veraniega en compañía de una prófuga de la justicia. La fugitiva, empeñada en burlar a la patrulla policial que la buscaba, optó por disimular su presencia en ese lugar fingiendo ser la novia de un aprendiz de escritor. ¿Qué hacía ese sujeto en horas de la madrugada bajo la luz de un farol? Se hallaba tratando de reproducir con palabras el placer que sentía al escuchar el canto de un coro de grillos callejeros. Fue entonces cuando ella, por sorpresa, llegó a posarse a su lado. Él la miraba con atención, cautivado por su belleza e ignorante de su prontuario. A los segundos las balizas policiales alumbraron la obscuridad. La mujer lo miró directo a los ojos. Le preguntó qué escribía. Luego lo invitó a que con calma y suavidad se le acercara al oído para susurrarle su mejor poema. Como el vate no reaccionaba, ella misma acortó la distancia y así quedaron piel con piel. “Recítame hasta el amanecer”, le pidió. Él empezó por aclarar su voz

... en pañales...

Hace exactos dos años nació “Cuentos sin gloria”. Fue para las vísperas de la celebración del milagro de Belén. En esa oportunidad uno de los primeros relatos publicados fue “Navidad” [i] . Más adelante, y en respuesta al asombro que provoca el misterio de hallarse al Mesías envuelto en pañales y acostado en un pesebre, se publicaron tres historias (muy distintas entre sí): “Cucho” [ii] , “Profana natividad” [iii] y “Kenosis” [iv] . En 24 meses circulando por el ciberespacio se han acumulado 177 cuentos sin gloria. Y es que luego de lo ocurrido allá en la Palestina del siglo primero, surgieron muchos motivos para escribir. ¿Tiene sentido seguir sumergiendo la pluma en la tinta? Sí, todavía vale la pena apostar por el amor en un mundo quebrado, por el perdón en medio de la violencia y por la esperanza a pesar del dolor. [i] Navidad: https://cuentossingloria.blogspot.com/2020/12/navidad_51.html   [ii] Cucho: https://cuentossingloria.blogspot.com/2021/01/c

Marxiano

Mis manos todavía huelen a parafina y aun llevo puesto mi pasamontaña negro, cuando lo veo salir de la Fuente Alemana. En medio de la revuelta, él cruza como Cristo caminando sobre las aguas. Al instante reconozco al barbudo. Con tufo cervecero, Carlos Marx me pregunta la razón de mi violencia. “¡Derribar al capitalismo!”, le grito, aguerrido, alzando mi puño. Me mira condescendiente. “Vea, joven, aquí le dejo mi obra ‘El capital’. Mejor quítese esa capucha y lea este libro”. Se marcha. Abro el mamotreto. Tiene una dedicatoria: “Amigo, esfuércese por comprender. Cuestione la realidad. Después podrá defender lo justo”. 

Problemas mentales

En mi jardín cultivo distintas plantas. Por eso sufro desde ahora la sequía profetizada para la Región Metropolitana. Me pregunto cuánto tiempo más podrán resistir mis matas silvestres la falta de agua. De veras echaré de menos el día cuando ya no pueda sumergir algunas de estas hojas en una infusión caliente. Será horrible levantarse de la mesa sintiendo el estómago pesado. Si ellas llegaran a marchitarse, los comensales perderemos una fuente natural de frescura y energía. No hay psicólogo ni psiquiatra que pueda revertir la situación. Es indisputable: el cuerpo humano resentirá los problemas la ausencia de la menta.

Conciencia

La estudiante aclara su voz y levanta la mano. El profesor le concede la palabra. Desde el fondo de la sala ella pregunta: “¿Alguno de sus clientes ha sufrido delante suyo una crisis de conciencia?” El hombre la mira por un par de segundos. Acto seguido, apunta su vista hacia la ventana y percibe que el sol se está escondiendo. Descifra el mensaje solar: “¡No quiero ni ver cómo saldrás de ésta! ¡Mejor que se entere la luna! ¡Adiós!”. El silencio se mantiene y se prolonga más de lo conveniente. Es notorio: el profesor no está preparando una respuesta, sino buscando burlar la interrogante. Pero la chica está decidida e insiste en su consulta: “¿Profesor? ¿Acaso sus defendidos carecen de conciencia?”. El docente mira al techo, luego al suelo y regresa sus ojos a la ventana. La luna y las primeras estrellas toman palco, curiosas. “Sí, por cierto, que tienen conciencia”, empieza por decir con calma. “Recuerdo a uno. Se llamaba Ruperto. Lo suyo fue inédito. Jamás me había tocado algo así. Re