Damas y caballeros, hoy se baja el telón de estos "Cuentos sin gloria". Tal cual. Es hora de cerrar el boliche. Vayan, pues, mis primeras palabras para agradecer a quienes durante estos dos años (y unos pocos días) hicieron gala de gran paciencia al recibir y leer estas pequeñas historias tan ordinarias como la vida misma. Este blog fue mi escuela (diminuta e imperfecta, pero mi escuela). Aquí me equivoqué muchas veces y en algunas oportunidades, acerté. Sin ustedes esto habría sido algo desabrido. Fueron sus reacciones (pacíficas, furiosas, amables, enérgicas a ratos, mas nunca violentas) las que me alentaron y corrigieron. Desde los honestos e insobornables consejos de mi amada esposa (Franz, ¡¿pero qué cosa es esto?!) hasta los interesados comentarios de un estudiante desesperado por aprobar un curso (¡maravilloso, profesor!), todo fue bueno en su tiempo. Ya lo dijo miles de años atrás el sabio autor del Eclesiastés, "no hay fin de escribir muchos libros". Sí,
Historias corrientes que pueden estar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar del mundo.