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Mostrando las entradas de enero, 2023

... hasta aquí, nomás...

Damas y caballeros,  hoy se baja el telón de estos "Cuentos sin gloria". Tal cual. Es hora de cerrar el boliche.  Vayan, pues, mis primeras palabras para agradecer a quienes durante estos dos años (y unos pocos días) hicieron gala de gran paciencia al recibir y leer estas pequeñas historias tan ordinarias como la vida misma. Este blog fue mi escuela (diminuta e imperfecta, pero mi escuela). Aquí me equivoqué muchas veces y en algunas oportunidades, acerté. Sin ustedes esto habría sido algo desabrido. Fueron sus reacciones (pacíficas, furiosas, amables, enérgicas a ratos, mas nunca violentas) las que me alentaron y corrigieron. Desde los honestos e insobornables consejos de mi amada esposa (Franz, ¡¿pero qué cosa es esto?!) hasta los interesados comentarios de un estudiante desesperado por aprobar un curso (¡maravilloso, profesor!), todo fue bueno en su tiempo. Ya lo dijo miles de años atrás el sabio autor del Eclesiastés, "no hay fin de escribir muchos libros". Sí,

Adiós (¿o Dios?)

“¿Supiste? ¡Echaron a Galleguillos!”, fue la noticia de la mañana. Me dolió. ¡Y encima en las vísperas de la navidad! La crueldad del calendario no daba tregua: navidad era el peor de los momentos para tragarse una noticia lapidaria, una que golpeaba a toda una familia. Galleguillos siempre me había parecido un hombre bueno. Por él conocí a su mujer y sus tres niños. Les visité varias veces en su departamento del centro de la ciudad. Me impresionaron como una familia hermosa: desordenados, divertidos, llenos de vida. Pero la gerencia no evaluó su calidad moral sino los resultados de Galleguillos en el mercado. La evidencia era indisputable: nuestro local iba a la baja en todos los índices sobre calidad, cobertura y margen de ganancias. Ni modo. “Las matemáticas dicen la verdad, así que guarde esas lágrimas para cuando mejor las necesite”, me dijo el presidente del directorio cuando me vio entristecido por la partida de Galleguillos. Y acotó: “Pese a todo, ¿sabe qué?, hemos decidido hac

Pedo

“Aquí algo huele mal, muy mal” - dijo Alfredo aquella noche del último debate previo a las elecciones universitarias de segunda vuelta. “Compañeros, pese a todo, seguiremos soñando. Sí, hoy soplan buenos vientos para el Pedo” - fue lo más que pudo acotar antes que el salón irrumpiera en cataratas de pedorretas (se llamaban así los gritos de guerra del Pedo: “¡Con el Pedo yo sí puedo!”, o ese otro, “¡Con el Pedo sí me atrevo!”). Y es que el Pedo era la sensación del momento. El nombre de la agrupación surgió de forma espontánea cuando Alfredo, el mismo autor del credo del Pedo, una vez afirmó que su máxima aspiración era formar un partido estudiantil democráticamente orientado . “Oye, Alfredo - le preguntó contento Sigifredo- “¿lo notaste? ¿Te diste cuenta de lo que acabas de hacer?” “¿Qué sucede, Sigifredo? No comprendo” - contestó Alfredo con modestia. “Es que sin querer acaban de surgir de tu boca las iniciales perfectas para nuestro movimiento: P-E-D-O", celebró Sigifredo con z

Colonial

Nació en una colonia (vale decir, en un territorio dominado y administrado por una potencia extranjera). Su llegada al mundo coincidió, pues, con los años de la colonia (esto es, con aquel periodo histórico en el que un determinado territorio está colonizado). Fue allí y entonces cuando sufrió su primer ataque al colon (a saber, aquella porción del intestino grueso de los mamíferos, que empieza donde concluye el ciego, cuando éste existe, y acaba donde comienza el recto). Durante sus días de internación en el hospital leyó con fruición sobre los viajes de Colón (aquel navegante que un 12 de octubre de 1492 desembarcó en las Bahamas). Con tamaño golpe a la salud, perdió varios kilos, pero mantuvo siempre su elegancia. Así, cada mañana, se le veía frente al espejo echándose colonia (es decir, un perfume compuesto de agua, alcohol y esencias aromáticas). Recuperado el vigor de su cuerpo y de nuevo en alto su moral, se enamoró de una colona (valga la explicación: persona que coloniza un te