“¿En un baño público?”, cuestiona la entrevistadora. Y con esa pregunta deja escapar una cuota de desprecio que reduce su imparcialidad. Él se mantiene firme y opta por ser consecuente hasta el final: “Así es, señorita. Fue mi primer oficio remunerado: cajero en una caseta de baños ubicada dentro de un terminal de buses”. “Y supongo que fue una experiencia significativa para usted”, sigue ella, de nuevo con algo de ironía en su voz. Él sorbe un poco del café de grano que le sirvieron al ingresar al elegante salón y, siempre digno, acota: “Sí, por cierto. Aprendí que el mercado debe estar puesto al servicio del ser humano”. La mujer se descoloca. Sus anteojos se resbalan hasta la punta de la nariz. Boquiabierta y con una mirada de intriga le pide que desarrolle tamaña afirmación de principios. En calma, el postulante al cargo declama: “Vi rostros de hombres y mujeres atormentados porque les faltaba el dinero para comprar su ficha de acceso a los servicios. Y sin pagar el precio nadie po
Historias corrientes que pueden estar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar del mundo.