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Mostrando las entradas de septiembre, 2022

Bemoles

“¿En qué me dijo que trabajaba, caballero?”, pregunta la entrevistadora. “Compongo himnos nacionales para Estados libres y soberanos”, le contesta el veterano. -           Oiga, disculpe, pero ¿eso sucede cada cuánto tiempo? -           Cada vez que la historia nos sorprende con la caída de uno que otro muro. -           ¿Cuándo fue la última vez que escribió un himno? -           Me pidieron varios cuando se desarmó la URSS. -           Oh, ya veo. Pero ¿eso habrá de suceder allá por las Europas del Este nomás? -           No, para el África también compuse: acuérdese que las coronas perdieron sus colonias. -           Comprendo. Pero, bueno, no se me vaya tan le...

Modales

Detiene el autobús con la mano empuñada y el pulgar hacia arriba (old school!). Lo aborda saludando al chofer. Enseguida paga su pasaje. Al caminar por el pasillo expele el grato aroma de su perfume. Sus zapatos negros recién lustrados brillan y encandilan a quien los mira. Busca dónde sentarse. Observa, piensa y descubre un puesto vacío al lado de una joven agraciada. Sentándose junto a ella, y sin quitarse los lentes negros que cubren sus ojos, le dice con voz ronca: “Entrégame tu teléfono y todo el dinero que tengas”. La chica no se inmuta y sigue haciendo lo suyo. Ella mueve los pies y tamborilea sus dedos al ritmo de una música insonora. Sus audífonos la mantienen aislada del mundo y sus desgracias. Entonces el hombre va por segunda vez, pero ahora tocándole un hombro hasta conquistar su atención. “Sí, dime, ¿qué te pasa?”, le contesta, rápido y seca, su improvisada compañera de viaje. -           Te estaba diciendo que me entregues tu...

Pundonorosa

Se emociona tanto con el mouse que recién ha comprado en la tienda, que abre la pequeña caja con alegría y usando unas enormes tijeras cartoneras. En eso, una de las afiladas hojas corta el cable del nuevo dispositivo electrónico. Ay, qué lata. Y se veía tan lindo. Ni modo: acabará el resto de la redacción del documento valiéndose nada más que de la destreza de sus dedos. Lo importante es llegar a tiempo a la oficina y entregar el reporte. Cuando termina, va a imprimir el informe y se percata que el cartucho de tinta está casi vacío. Le alcanza sólo para las primeras páginas. Resta todavía imprimir una enormidad de gráficos y cuadros estadísticos. Ni qué hacerle: llamará a la oficina para que alguien lo imprima mientras va de camino para allá. Lo esencial es estar presente y dar la cara. Sale a la calle. ¡Qué suerte! Allí está el colectivo, con su chofer llamando a viva voz a los últimos pasajeros. Se irá en cuestión de segundos. Corre, se acelera su corazón y su frente suda. Las puert...

Rechazo

Curioso por el título del curso, me matriculé en él. “Educación de la inteligencia” se llamaba la materia. La iba a dictar una profesora de visita en la facultad. No me atreví a reconocerle a nadie que iba a cursarlo. Mi discreción y disimulo fueron absolutos. Además, mi motivación nada tenía que ver con expandir las fronteras del conocimiento. Lejos de eso, yo sólo era presa de una íntima hipótesis que me obsesionaba. Antes había intentado verificarla yendo a los pubs, escribiendo poesía, caminando largos kilómetros, contemplando los gorriones que anidan en Santiago, leyendo una que otra novela prestada que nunca devolví, conversando con los viejos y jugando con mis sobrinos. Pero nada funcionó. No veía la luz. Al revés: como que el dilema se expandía dentro de mí hasta sofocarme. Por eso asistí al curso con tantas ganas. El primer día llegué con mi lápiz de tinta azul y mi cuaderno de 150 hojas en blanco. Me senté al final de la sala. No alcé la mano para responder porqué estaba allí...

Tictac

Apurada, con el pelo húmedo todavía, camina hacia el metro. Despertó tarde. Apagó su alarma y, sin darse cuenta, se durmió unos minutos largos y deliciosos que la dejaron sin desayuno. Ahora casi corriendo va anticipando en su mente la agenda del día. Llamadas, entrevistas, clientes y correos electrónicos. Se angustia, pero recuerda que hoy la jornada será más corta de lo normal. Por fin, fiestas y feriados. Lo anhela. Ya se imagina descansando, leyendo, cocinando, besando. Todo en paz y con alegría. Se ríe sola. Pero no se distrae. Va con demora y debe recortar el tiempo perdido. Un scooter. Eso es. ¡Bendito sea el que dejó este monopatín justo en su camino! No lo piensa dos veces. Lo tomará. Tiene cargada su tarjeta y, además, un poco de velocidad le hará bien para secarse el cabello de forma natural. Lo ha hecho antes. Es imparable, un bólido en acción. El vértigo le gusta. Las cuadras que le faltan para llegar hasta el tren subterráneo las atravesará en ese cometa eléctrico. ¡Excel...

Marrullero

“¡No le pienso pagar un peso, señor abogado!” – grita el cliente. “¿Qué dice, caballero?” – replica su defensor letrado. “Lo que oye. Y no se me haga el sordo. Mire, usted no me va a engañar ni me prestaré para sus martingalas. Estuve sentado al lado suyo (¡y muy atento!) durante la audiencia. ¿Y sabe qué? Apenas lo escuché mencionar un sólo artículo. ¿Se da cuenta, abogado? ¡Un mísero y único artículo! Y encima lo repitió de memoria, como loro, con cero emoción. ¡Si supiera los extensos poemas que mis nietos son capaces de recitar! Esos sí que le ponen a uno la piel de gallina. En cambio, usted, en menos de 30 segundos dijo un par de jerigonzas y ahora pretende cobrarme por eso. ¡Ah! Y eso no es todo, abogado. ¡No, no, no! No permitiré que ofenda mi inteligencia: tengo clarito que el tribunal pronunció una sola palabra: “Absolución”. ¿Lo ve? ¡El juez dijo apenas una palabra! ¡No sea zorro, señor defensor! ¡Una sola palabra! Tal cual: como quien dice, así nomás por ser, “alcachofa”, “d...