Kan Hu Tho no era chino, coreano ni japonés. Lejos de eso, era un chilenito picarón. Un día optó por ir a probar suerte a Laicolandia. Pretendía allá dialogar con alguien sobre el origen del universo. Apenas llegó sufrió una desilusión. Nadie le siguió la corriente y lo dejaron hablando solo. En rebeldía optó por vestirse con un traje de camuflaje y salir por las noches a colgar lienzos en distintos puntos de la ciudad. Su mensaje subversivo era, a la letra, בראשית 1:1. Sus letreros duraban pocas horas. Al amanecer la policía municipal los hacía desaparecer. Pero él no se rendía. Reincidía en su conducta. Pese al tenaz esfuerzo de las autoridades por erradicar tan peculiares avisos, hubo quienes, con los primeros rayos de luz solar, los alcanzaron a leer. A esos se les abrió la curiosidad por saber más. Investigaron. Y entonces comenzaron a suceder ciertas cosas que aun hoy son materia de sendos sumarios administrativos y penales. La evidencia recopilada hasta aquí da cuenta de que aqu
Historias corrientes que pueden estar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar del mundo.