El despertador timbraba y vibraba. Dolo y Eustaquio reaccionaron al mismo tiempo. El gato se estiró y saltó de la cama. Su dueño trató de hacer lo mismo, pero sin la agilidad ni la destreza del animal. Luego, ambos fueron juntos al baño y de ahí caminaron directo a la cocina. El felino maulló exigiendo que su amo le cambiara el agua y le rellenara los pellets en ese par de envases de helado que ahora servían como platos para la mascota. Esta pareja se conocía bien y jugaban de memoria. Cada mañana la misma ceremonia. Eustaquio puso a hervir el agua filtrada para el café y encendió el pequeño horno eléctrico de la cocina para calentar el pan. Minutos después, y mientras el grano molido teñía de color el interior de la cafetera francesa y la mantequilla se derretía sobre la marraqueta recién horneada, él repasó la agenda del día. No tenía urgencias, audiencias judiciales ni clientes que atender. El aroma del café despertó en su memoria los recuerdos de esos clientes extranjeros que
Historias corrientes que pueden estar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar del mundo.