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Mostrando las entradas de enero, 2022

Expulsados (2)

Desperté. Ese sueño mío fue horrible. Sentí el alivio de la luz del amanecer. Estaba a salvo. Contento bajé de la cama y caminé directo a la cocina. Mi alegría de saberme en casa crecía con cada acción conocida: sacar la cafetera, hervir el agua, poner las cucharadas colmadas de café y sentarme a esperar el resultado oyendo a los pájaros cantar. En eso sonó el citófono. Eran apenas las siete de la mañana de ese sábado. No tenía sentido oponerme a que subieran. Llegarían igual a nuestro departamento, con o sin mi permiso. A los segundos cruzaban el umbral de la puerta. “Buenos días. Sólo déjenos hacer nuestro trabajo. No complique las cosas. Hemos tenido que pulverizar al conserje. Sería desagradable y antihigiénico repetir el procedimiento con usted”, me dijeron los agentes. Los contemplé con admiración. Ella me sacaba una cabeza más de altura y él, por lo menos dos. Sus cuerpos eran perfectos y sus caras hermosas. Si no fuera por el tono metálico de sus voces y esos lentes oscuros, pa

Expulsados

Y llegó el día cuando las máquinas tomaron el control del planeta. Entonces el ser humano se volvió algo innecesario, primero, y peligroso después. Los entes surgidos gracias a la tecnología vanguardista y controlados por los métodos de la nanotecnología fueron capaces de generar orden. Tamaña reducción del caos y la incertidumbre se estimó como inmensa ganancia. Cuidar el nuevo estado de cosas pasaba por deshacerse del principal enemigo: la raza humana, un conjunto de seres con fecha de caducidad, inteligencia finita y saturados de caprichos, prejuicios y traumas no superados. La robótica ofrecía mejores garantías para el cultivo de la tierra y la preservación animal. Así comenzó a nivel mundial el derrumbe de los palacios de gobierno, las sedes parlamentarias, los tribunales de justicia, los colegios y universidades, los templos, mezquitas y sinagogas. En los 54 países del continente africano se instalaron sendas pistas de despegue. Los vuelos se programaron cada 15 minutos con una c

Probabilidad

Andrés Araya fue condenado como autor de homicidio. Se le achacó haber ingresado al despacho del jefe del servicio donde trabajaba y, mientras éste dormía la siesta, hacer un nudo ciego en la corbata de la víctima hasta asfixiarla. Dos testigos dijeron haber visto que un hombre de piel morena y ojos claros salió raudo del gabinete, corrió escaleras abajo y abordó una motocicleta que era conducida por una chica colorina que tenía tatuados ambos brazos. Lo cierto fue que durante el juicio oral ninguno de los testigos fue capaz de reconocer a Andrés Araya como el sujeto que atentó contra el finado señor director. Se les permitió incluso ver al acusado de cerca y hasta se amplificaron fotografías suyas en la pared del tribunal, mas nada: nadie lo identificó como el agresor. Pero el fiscal se negó a creer en el azar, optó por interpretar los datos aportados por la policía e hizo un juego de probabilidades. Demostró que Araya reunía la totalidad de las características del sospechoso: era cos

Kuzaschka

Lo bautizaron así un par de niñas rusas. Eso sí, el felino nació aquí en Chile (y supongo que en Santiago). Con frecuencia toca explicar que su nombre significa ‘mordedor´. Es un animal fiero, nada apacible. Decenas de veces ha robado la comida de sobre la mesa (sin respetar la elegancia del mantel ni esperar que las visitas disfruten primero de los bocados). En más de una oportunidad ha clavado sus dientes y garras en las piernas y brazos de las chicas de la casa. Y, lo admito con celos, me desagrada la confianza e intimidad que logra con mi mujer al momento de la siesta. Gracias a él comprendí la locución latina mens rea . Basta contemplarlo en acción para advertir la intención y la conciencia que lo mueven a perpetrar sus conductas ilícitas. El día cuando fui a representarle que no iba a tolerar más su flagrante infracción a las reglas del hogar, replicó que mi concepto de derecho le parecía de un reduccionismo grosero. “¿Y se puede saber por qué?”, objeté. “¿Pues dónde dejas los pr

Vocación

Con sus apenas 16 años, Erasmo no supo salir de esa encrucijada. Llegado el fin de año, en su liceo lo forzaron a escoger su futuro para el tercero y cuarto medios. Matemático, biólogo o humanista. Entre las tres opciones tenía que decidirse por una. “Soy malo con los números”, admitió con cierta vergüenza. “Y las letras son para los cegatones que terminan leyendo con anteojos potos de botella”, pensó molesto. Y, ni modo, así nació un científico por descarte. Y al año siguiente comenzó a sufrir las consecuencias: horas adicionales de biología y química. Se le cansaban las manos de tanto escribir los dictados de sus profesores sobre el ciclo de Krebs al interior de las mitocondrias y la teoría atómica de Dalton. Entre trimestres y semestres, las cosas fueron cayendo por su peso. Lo suyo no era la estructura ni el funcionamiento de los seres vivos, y tampoco las propiedades y transformaciones de los cuerpos simples o compuestos. Mas aun así no echaba marcha atrás. Las dosis de matemática

"¡Ju-To-Ah-Ya!"

Buenos días. Usted se ha comunicado con “¡Justicia Total Ahora Ya!”. En este momento nuestros juristas, docentes y litigantes se encuentran ocupados (como sabrá, vivimos en un mundo injusto). Por favor, conserve la paciencia y manténgase en línea. Su conflicto jurídico es muy importante para nosotros. Mientras tanto, si es nacional, digite su cédula de identidad (tenga presente que no le está permitido suplantar a su prójimo). Si es extranjero, ingrese su número de pasaporte (si su país de origen se lo ha denegado de hace meses, será atendido por una de nuestras operadoras). Si es prófugo con orden de captura en su contra, sólo espere hasta ser oído (y recuerde que tiene derecho a guardar silencio). Ahora bien, para entuertos civiles marque 1 y luego medite si el contrato que pretende incumplir nació de su propia voluntad. Para cuestiones penales marque 2 y piense si el delito que se le imputa es la consecuencia necesaria de su vida en libertad. Para asuntos laborales marque 3 y acto s

Barbero

Instaló su barbería en Santiago centro apenas recibió su visa temporaria. Sí, es uno más de los tantos dominicanos que ofrecen el mismo servicio. Aprendió observando, equivocándose y atreviéndose. Pero con el pasar de los días él fue destacando entre sus pares. Su habilidad radica no sólo en sus manos ni tampoco en ser un buen conversador. Su secreto es la capacidad de formular la pregunta precisa para cada cliente. En eso es insuperable: un verdadero francotirador. Y hecha la consulta, se dispone a escuchar. En respuesta casi siempre recibe un relato. Aun los más callados acaban abriendo la boca al ser emplazados por este barbero tan profundo y bien pensante. Así, entre cortes de cabellos, barbas y bigotes, ha ido recopilando miradas sobre la peste en el mundo; la debilidad de la democracia; el miedo al mañana; la feminidad y el feminismo; las redes sociales y la adicción a la información; en fin, Dios, la muerte y los muertos. ¿Qué hace con todo lo que le entregan? Este barbero juega

Cándidos

“Oye, Martín, ¿me podí tomar una selfi?” - le preguntó Benjamín. “No, po’. Tú sí que estay mal. Mira, te voy a hacer una autocrítica: si yo te tomo esa foto entonces ya no será una selfi de verdá, ¿cachay?” - le respondió su compañero. “Ah, chuta. ¿Y cómo lo puedo hacer para tener una selfi de verdá, oye tú?” - prosiguió el recién autocriticado. “Tú mismo, po’, te la tení que puro tomar. La cosa es entre ti mismo y tú mismo”, continuaba Martín con tono heideggeriano. “Pucha, eso está pelúo, ¿no veí’ que todavía me estoy comiendo mi completo?” - afirmó el Benja con la boca llena de migas de pan. Martín, experimentado en el arte de la vida, reprendió de nuevo a su compinche: “Benja, tú sí que no cachay ná’, ¿cómo me podí decir que eso es un completo si no tiene palta, tomate ni mayonesa?” ¡Jaque mate! Benjamín no sabía qué decir ante tamañas verdades. Atragantado con la salchicha que trataba de tragar en ese momento, y sin la selfi que deseaba, se fue hundiendo en el silencio. Martín ya

Mosquera (2)

Con una torpeza no habitual en él, esa mañana Mosquera volteó su café con leche sobre las páginas de su Biblia. La bebida caliente se fue a mezclar con las lágrimas del profeta Jeremías en sus Lamentaciones . Se apresuró a secarla, pero, ni modo, el sacrilegio ya estaba cometido y el daño, causado. Al mediodía recibió una llamada en su celular. “Murió, Mosquera. Lo supimos recién. Se fue esta madrugada”, fue todo lo necesario para saber que le hablaban del enfermo que había visitado unos días atrás. “¿Dónde quedaron, Señor, mis oraciones por su sanidad?”, se preguntó en silencio. El dolor enmudeció al colombiano. Ese enmudecimiento brutal impuesto por la fuerza de la realidad le recordó el día cuando la PDI le notificó el decreto administrativo que disponía su expulsión de Chile. Esa vez logró zafar por los razonamientos de equidad de la Corte Suprema. Pero ahora se trataba de una muerte. Perturbado como estaba todavía, por la tarde sus vecinos llegaron a la pensión donde duerme por la

Mosquera

Mosquera es colombiano. Nació en el departamento del Chocó, luego vivió varios años en Medellín y un día, urgido por la necesidad, emigró a Chile. La esencia de su vida -ayer allá y hoy, acá- transcurre entre su fe, el fútbol y el café. Durante su residencia en Santiago -pellejerías y desventuras incluidas- ha logrado cultivar esos tres amores. Apenas tiene una oportunidad, recita con gracia uno de esos versos bíblicos que guarda en la memoria. Cada mañana, a eso de las seis, Mosquera bebe dos tazas de café: la primera cuando lee los salmos y la segunda cuando se enfoca en el Nuevo Testamento. Con leche y sin azúcar, el café lo despierta tal como lo va haciendo el Espíritu. El otro día supo de un vecino hospitalizado. Lo fue a ver. Pidió permiso al personal de turno e impuso sus manos sobre el enfermo. Oró pidiendo su completa sanidad. Luego le entonó una canción y leyó para él un trozo de la carta de Pablo a los filipenses. Y esta tarde el desafío no es menor: le pidieron de urgencia