“¿Lo saben tus padres?”, le preguntó él desde el otro lado del teléfono. “No, tú eres el primero a quien se lo digo. Sé que no lo esperabas. Yo tampoco. Pero, sí, es verdad. Me hice el test y además los síntomas son claros”, le respondió por aquí una chica que hace poco dejó la adolescencia. “Comprendo. Hablamos más tarde”, fue todo lo que le dijo ese hombre de barba y voz ronca de quien ella creía estar enamorada. Él no pudo seguir trabajando en su taller el resto de la jornada. La noticia lo sorprendió. En el fondo estaba dolido: sabía con seguridad que él no había engendrado a esa criatura. Sin quitarse el overol ni la grasa de las manos, dejó de lado sus herramientas y prefirió salir a la calle. Necesitaba tomar aire y un poco de sol para combatir el frío que comenzaba a recorrer su cuerpo. Luego de caminar varias cuadras se detuvo y verbalizó lo que había estado rumiando en secreto: aborto (“tendrá que haber alguna causal, nomás”). Por la noche se acostó, pero tardó mucho en queda
Historias corrientes que pueden estar sucediendo en este preciso momento en cualquier lugar del mundo.